Corría la década de los ochenta del pasado siglo, cuando una de mis estrechas colaboradoras me anunciaba su embarazo.
Le mire fijamente a los ojos, en los que no era difícil adivinar una radiante alegría, por la proximidad de tener en sus brazos el primer fruto de su matrimonio; alegría, por supuesto compartida, aunque se me venía encima un grave problema y que no era fácil de solucionar, dada su gran eficacia. Llegado el momento sería reemplazada temporalmente y, para mi asombro, en un breve plazo, la sustituta alcanzaría su mismo grado de eficacia. Volvería un segundo embarazo y con una tercera se repetiría el cuadro. Aquello me condujo a reflexionar sobre lo injusto de discriminar a la mujer, por el hecho serlo.
Se realizó un estudio que dio como resultado una diferencia de salario hombre/mujer de un 18% y que el absentismo laboral por embarazo solo representaba el 1,12% de toda la vida laboral de la mujer fértil.
Se valoró también el grado de eficacia global, no habiéndose encontrado ninguna diferencia entre ambos sexos. Estábamos ante una grave injusticia? La respuesta es obvia. Costó, costo mucho convencer a los “hombres de negro” (Consejo) para reparar la injusticia, pero en pocos ejercicios se consiguió el equilibrio, del que se desprendía una mejor atmósfera de trabajo traducida en eficacia.
Cuando veo que 30 años después de aquel episodio se discute sobre el particular, cuando veo también que la igualdad de oportunidades brilla por su ausencia y que el machismo sigue campeando a sus anchas, solo me cabe pensar en una sociedad enferma. DE VERAS QUE LOSIENTO.
Dedicado a tí, MUJER TRABAJADORA,
Jgg. 03/13
Post realizado por nuestro querido Tío José Gómez (artecarracedo)